27 May Cómo los nombres reproducen la desigualdad social en Chile

- Estudio liderado por Mauricio Bucca, investigador principal del Núcleo Milenio para el Estudio de los Desajustes del Mercado Laboral (LM²C²) y Ph.D. en Sociología de la Universidad de Cornell, analiza 100 años de datos del Registro Civil y revela que las élites sociales tienden a iniciar ciclos onomásticos que se difunden lentamente hacia los estratos medios, pero cuya llegada a otros grupos sociales suele ser más limitada. Los hallazgos fueron presentados este 27 de mayo en un webinar abierto al público en Chile y próximamente se expondrán en en Sociological Science Conference en la Universidad de Cornell (EEUU).
Martes, 27 de mayo, 2025. En Chile, llamarse Cristóbal, Isidora, Agustín o Florencia no es solo una decisión familiar o estética: también es un marcador social. Así lo demuestra el estudio “Trickle-Down Names: How Social Class Shapes Naming Patterns”, liderado por el sociólogo Mauricio Bucca (Pontificia Universidad Católica y Núcleo Milenio LM²C²), junto a los investigadores Roberto Cantillan, Mario D. Molina y Luca Maria Pesando (New York University Abu Dhabi).
Basado en más de 100 años de datos del Registro Civil (1920–2020), información censal desde 1960 y herramientas de modelamiento estadístico, el estudio muestra cómo la elección de nombres —una práctica aparentemente libre y sin costo— reproduce las jerarquías sociales con sorprendente precisión.
Una cascada onomástica desigual
Uno de los hallazgos centrales del estudio es lo que los autores llaman el “efecto trickle-down onomástico”: los nombres que surgen en la élite tienden a descender gradualmente a los sectores medios, pero con un rezago temporal de hasta dos décadas. La trayectoria es clara:
- Un nombre que triunfa en el quintil más alto (Q5) tarda aproximadamente 10 años en instalarse en el Q4, 20 años en el Q3, y más aún en el Q2.
- En el quintil más bajo (Q1), muchos de estos nombres nunca llegan a ser populares, lo que revela una desconexión persistente entre los extremos sociales.
“Un nombre puede parecer una decisión íntima, pero está cargado de significados sociales. Lo que revela este estudio es que las clases altas no solo crean tendencias, sino que también abandonan activamente los nombres que se masifican para mantener su distinción simbólica”, señala Mauricio Bucca.
Innovar para distinguirse, reciclar para pertenecer
El estudio también revela que, frente a la masificación de sus nombres, la élite responde activamente con dos estrategias de diferenciación:
- Innovación: la adopción de nombres nuevos o muy poco comunes (Isidora, Florencia, Vicente, Matilde), que no existían en los registros o tenían muy baja frecuencia histórica.
- Reciclaje: la reintroducción de nombres antiguos caídos en desuso, como forma de distinción retro (Dominga, Raimundo, Eloísa).
Curiosamente, estas dos estrategias también se observan en el quintil más bajo, pero por motivos distintos: mientras la élite busca marcar diferencia, los sectores excluidos recurren a nombres heredados o poco visibles como forma de mantener continuidad simbólica.
En cambio, los quintiles medios presentan comportamientos más cautelosos: adoptan lo que viene desde arriba con rezagos, pero con menos innovación y menos reciclaje, lo que refuerza su rol de “seguidores” dentro del sistema de clases simbólicas.
Chile: un laboratorio natural para estudiar clase
A diferencia de países como Estados Unidos o Alemania, donde la raza, la lengua o el origen migratorio juegan un rol clave en los patrones onomásticos, Chile permite observar con mayor claridad el impacto de la clase social. Sin grandes divisiones étnicas internas, lo que estructura la cultura en Chile es, con fuerza, la clase.
“Chile es un caso excepcional. Lo que en otros países se explica por raza o lengua, acá se explica por desigualdad social. Y los nombres, como práctica cultural universal, permiten observar eso con nitidez”, dice Bucca.
Difusión, contagio y barreras invisibles
El estudio se nutre también de teorías de difusión cultural y contagio complejo. Para que una tendencia se disemine, no basta con verla una vez: requiere exposición repetida dentro de redes homogéneas. Esta condición refuerza la segmentación: los sectores populares están socialmente alejados de las élites, y por eso sus nombres no cruzan fácilmente esa frontera.
Los datos muestran que la difusión de nombres sigue patrones similares a la de otros fenómenos sociales complejos: la adopción de nuevas normas, el uso de tecnologías, o incluso la circulación de enfermedades.
Una herramienta poderosa para repensar la desigualdad
Lo que hace único a este estudio es que toca un aspecto cercano y cotidiano —el nombre que llevamos o que damos— para hablar de jerarquías sociales, aspiración, pertenencia y exclusión. En palabras del propio Bucca, “los nombres funcionan como un microscopio sociológico: nos permiten observar cómo circulan las ideas, cómo se consolidan prácticas culturales y cómo se negocian los significados sociales en la vida cotidiana”.
📅 Workshop abierto al público
Los hallazgos del estudio serán presentados en el workshop “Trickle-Down Names”, este martes 27 de mayo a las 10:00 hrs, en modalidad presencial y online.
Workshop | Trickle-Down Names
📅 Martes 27 de mayo – 10:00 hrs
📍 Modalidad presencial y online
🔗 Inscripciones en www.lm2c2.cl
Contacto de prensa:
Carla Barros V.
+56996454259
Núcleo Milenio LM²C² es un centro de investigación interdisciplinario que estudia los desajustes entre las habilidades de las personas y los empleos que ocupan, sus causas y consecuencias económicas y sociales. Integrado por académicos de la UC, UNAB y UDP, busca aportar evidencia rigurosa para el diseño de políticas públicas más efectivas. Fue creado en 2022 y forma parte de la Iniciativa Científica Milenio de ANID. Su equipo está liderado por Felipe Balmaceda y conformado por destacados investigadores en economía, sociología y análisis de datos.